LOS 3 PRINCIPIOS DE LA NATURALEZA Y LAS 3 LETRAS MADRES

Fragmento de EMESH de Sebastián Gereda (Pág. 13)

Paracelso, uno de los alquimistas más importantes de la historia, planteó que todas las cosas se componen de tres principios fundamentales: Mercurio, Azufre y Sal. No se refería al mercurio, azufre o sal común o vulgar, sino a conceptos espirituales o a principios universales.

El Mercurio es el principio de volatilidad, es también el Ether o el espíritu; el Azufre es el principio de combustibilidad o inflamabilidad, es de naturaleza masculina (activa), se define también como el alma; y la Sal, que es de naturaleza femenina (pasiva), es el principio de no-volatilidad y no-combustibilidad, es también el cuerpo. La Sal representa lo fijo o lo sólido, la parte visible o tangible de las cosas. Ver Figura 1.

El Azufre y la Sal representan los dos aspectos opuestos de la creación, lo masculino y lo femenino. El Mercurio representa la unidad, ya que en este se reconcilian los opuestos.

Es importante aclarar que del Mercurio surgen todas las cosas. Los antiguos alquimistas usaron muchos términos para referirse a este: Alkahest, Quinta Essentia, Hyle, Azoth, Vitriol, Materia Prima, Agua Primordial, etc. Estamos hablando de una sustancia primordial de la que luego surgirían no sólo el Azufre y la Sal, sino también los cuatro elementos: Fuego, Agua, Aire y Tierra.

En la Kabbalah, el concepto de Mercurio o sustancia primordial se corresponde con lo que se conoce como Aur Ain Soph o Luz Infinita. Este término hace referencia a una energía infinita que los cabalistas también asociaban al otorgamiento infinito, es decir, al deseo de beneficiar a todos los seres creados o a todo lo creado. Tanto esta Luz Infinita como el Mercurio o el Alkahest se definen también como la primera manifestación de Dios o “lo Divino”. Estamos hablando entonces de la esencia de Dios, la esencia primordial, o la fuente divina e infinita que alimenta todas las cosas.

En la Kabbalah, cuando se habla de Dios se utiliza el término Ain Soph (Ein Sof), que se traduce literalmente como “Infinito. Se refiere al Ser Infinito que existe más allá del tiempo, la finitud o las limitaciones. En la Alquimia, cuando se habla de Dios o del Ser Infinito, se usan términos como el Innominado o el Innombrable. Todos estos términos sirven para entender que Dios existe más allá de cualquier idea asociada a la racionalidad o al pensamiento lógico. Por lo tanto, no puede ser nombrado o denominado de ninguna forma, porque toda palabra responde a un pensamiento lógico o racional. Podemos decir que todo lo creado existe dentro de la esencia de este Ser Infinito o Innominado.

Los tres principios de la Alquimia se pueden también asociar a los conceptos de luz (Mercurio), onda (Azufre) y partícula (Sal), y a la dualidad onda-partícula que se discute en la física o la mecánica cuántica. La física moderna plantea que la luz puede comportarse tanto como onda o como partícula, esto depende de si esta es o no es medida u observada. Cuando la luz no se observa, se comporta como onda; y cuando se observa, se comporta como partícula. Esta dualidad es una de las peculiaridades más fascinantes de la física cuántica y ha sido ampliamente estudiada y confirmada a lo largo de los últimos cien años.

Estos dos aspectos opuestos (Azufre y Sal), se pueden también asociar a dos aspectos generales de la mente: la mente abstracta y la mente concreta. Estamos hablando de la intuición y el intelecto. Estos dos aspectos generales de la mente se suelen asociar a los dos hemisferios del cerebro. En el año 1981, el neurocientífico y psicólogo estadounidense Roger Sperry, recibió el Premio Nobel en Fisiología o Medicina por sus trabajos acerca de las funciones de los hemisferios cerebrales. Sabemos que ambos hemisferios del cerebro trabajan siempre a la vez, lo que significa que son complementarios. Sin embargo, Sperry, al igual que los sabios de la antigüedad, habló de una relación directa entre el hemisferio izquierdo y el pensamiento lógico o racional, y el hemisferio derecho y el pensamiento abstracto o intuitivo.

Israel Regardie, en su libro The Golden Dawn, explica la relación que existe entre los tres principios de la naturaleza, las tres letras madres del alfabeto hebreo (Aleph, Mem y Shin) y las tres sefirot o esferas superiores del árbol de la vida (Keter, Jojmah y Binah).

La Aleph (א), que es la primera letra del alfabeto hebreo, se asocia al Mercurio y a una sefirah (singular de sefirot) del árbol de la vida que se conoce como Keter (corona); la Mem (מ) se asocia al Azufre y a una sefirah que es Jojmah (sabiduría); y la Shin (ש) se asocia a la Sal y a una sefirah que es Binah (inteligencia).

Aryeh Kaplan, autor de la versión más conocida del Sefer Yetzirah o El Libro de la Formación, que es uno de los textos fundamentales de la Kabbalah, explica que en el árbol de la vida encontramos tres columnas que están encabezadas por estas tres sefirot superiores, las cuales se corresponden con las tres letras madres del alfabeto hebreo.

La letra Aleph y la sefirah Keter (o Kether) encabezan la columna del medio, también conocida como la columna del equilibrio; la letra Mem y la sefirah Jojmah encabezan la columna derecha o masculina, la cual es también llamada columna de la misericordia; y la letra Shin y la sefirah Binah encabezan la columna izquierda o femenina del árbol de la vida, también conocida como la columna del rigor. Ver Figura 2.

El árbol de la vida se define como una estructura del cosmos (universo), y cuando decimos cosmos nos referimos tanto al macrocosmos como a nuestro microcosmos, por eso el árbol de la vida también se define como el mapa del alma. Este concepto se alinea con el principio hermético de correspondencia: como es arriba, es abajo; como es adentro es afuera.

El árbol de la vida se compone de 32 senderos, estos se conocen como “Los 32 senderos de la sabiduría”, y se refieren a 10 sefirot (esferas) que están en relación a los 10 números naturales; y las 22 letras hebreas, que representan los 22 caminos que las conectan entre sí. Ver Figura 3.

La Kabbalah plantea que todo en el Universo se creó a partir de estos 32 senderos, y estos definen sus aspectos más básicos: cualidad y cantidad. Sobre este punto, Aryeh Kaplan comenta lo siguiente: “Las cualidades de cualquier cosa se pueden describir con palabras formadas por letras, mientras que todas sus cantidades asociadas se pueden expresar con números”.

Las dos columnas opuestas del árbol de la vida (izquierda y derecha) se asocian también a las dos columnas que se construyeron en el Templo de Salomón o el Primer Templo de Jerusalén. En la Biblia se menciona lo siguiente: Estas columnas erigió en el pórtico del templo; y cuando hubo alzado la columna del lado derecho, le puso por nombre Jaquín [o Yajín], y alzando la columna del lado izquierdo, llamó su nombre Boaz.” (1 Reyes 7:21).

En muchos textos vinculados al Rosacrucismo y la Masonería se refieren a estas dos columnas con los nombres columna J y columna B, por las iniciales de Jaquín y Boaz. Estas en esencia se refieren a las dos columnas del árbol de la vida y a los dos aspectos opuestos de la creación (lo masculino y lo femenino). Ver Figura 4.

La columna B está encabezada por la letra Shin y la sefirah Binah (Inteligencia); y la columna J está encabezada por la letra Mem y la sefirah Jojmah (sabiduría). Cómo ya hemos visto, estas dos sefirot o esferas se suelen asociar a los dos hemisferios del cerebro, izquierdo y derecho; y a los dos aspectos generales de la mente (intelecto e intuición), respectivamente.

Esto significa que, al observar el árbol de la vida, es como si nos estuviéramos viendo en un espejo. Las sefirot del lado izquierdo representan la mitad izquierda del cuerpo humano, mientras que las sefirot del lado derecho representan a la otra mitad. Ver Figura 5.

La columna del medio o la columna del equilibrio, que representa el estado de equilibrio entre los opuestos, está encabezada por la sefira Keter (corona) y la letra Aleph. En el cuerpo humano, Keter se asocia a la coronilla de la cabeza, la parte más alta del cráneo. Esta región de la cabeza también está asociada al séptimo chakra, conocido como Sahasrara, que también se traduce como corona. Keter también se define como la primera manifestación de Dios o lo divino, de ahí su asociación con el Mercurio o el Alkahest.

Si bien las 10 sefirot se suelen dividir o agrupar en tres columnas, estas también pueden disponerse en solo dos formaciones, izquierda y derecha. Por eso se habla también de cinco sefirot masculinas y cinco femeninas. A las 5 masculinas se les suele llamar Jasadim (amores), porque están del lado de Jesed (Misericordia o Amor); y las 5 femeninas se les llama Gevurot (Fuerzas), porque están del lado de Geburah (Fuerza o Rigor).

De ahí viene también la relación entre las 10 sefirot y los 10 dedos de las manos, las 5 sefirot masculinas (Keter, Jojmah, Jesed, Tiferet, y Netsaj) se asocian a los 5 dedos de la mano derecha; y las 5 sefirot femeninas (Binah, Geburah, Hod, Yesod y Maljut) se asocian a los 5 dedos de la mano izquierda. Ver Figura 6.

En la Biblia se menciona lo siguiente: “Mi mano [izquierda] fundó la tierra, y mi mano derecha extendió los cielos” (Isaías 48:13). Esto se refiere a las manos de Dios, ya que se dice que la creación se llevó a cabo con sus manos o dedos. Otro pasaje bíblico que hace referencia a este punto es el siguiente: “Cuando veo los cielos, la obra de tus dedos” (Salmos 8:3).

En la Kabbalah, a la sefirah Jojmah (sabiduría) se le dice Abba (Padre), y a la sefira Binah (inteligencia) se le llama Imma (Madre). Desde la perspectiva grecorromana, el Cielo y la Tierra se corresponden con los dioses Urano y Gaia, que son además el Padre y la Madre de Cronos o Saturno (el tiempo). Estamos hablando de lo que existió antes del tiempo.

En la Kabbalah, el Cielo se asocia a la sefirah Jojmah (Padre) o a la mente abstracta; y la Tierra se asocia a la sefirah Binah (Madre) o a la mente concreta. Asimismo, en Génesis 1:1 se menciona: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. La Biblia empieza hablándonos de lo que existió antes de que existiera el tiempo. Encontramos tres agentes: Dios, el Cielo y la Tierra. Estos se refieren a las tres sefirot superiores del árbol de la vida: Keter, Jojmah y Binah; a las tres letras madres: Aleph, Mem y Shin; o a los tres principios de la naturaleza: Mercurio, Azufre y Sal, respectivamente. Ver Fig. 2 (pág. 16).

Keter, al igual que la Aleph, se asocia a la Luz Infinita o a la sustancia primordial, que es el Mercurio o la fuente creadora de todas las cosas. Todo surge del Mercurio, el Alkahest o la Quinta Essentia.

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